Les importa un pepino!
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¿Has oído nunca que los perros se parecen a sus dueños? ¿O tal vez sea al revés, y son los dueños los que se parecen a sus perros? Pero hay excepciones…
Si uno va andando por las calles y los parques de la ciudad, verá que todos los perros se parecen a sus dueños. Sin embargo, el perro de Leonora no se parece en nada a ella. De hecho, ¡no podrían ser más diferentes! A Leonora le gustaba la ópera. Por eso le puso a su perro el nombre de Fidelio, en honor a su ópera favorita. Todo el mundo les miraba muy raro cuando paseaban por la calle… «¡Pero si no se parecen en nada!», decían, riéndose a carcajada limpia de ellos. Dos calles más arriba vivía Carmelo. Y su perro Tampoco se le parecía en nada. En nada de nada. A Carmelo le gustaba hacer bombones. Solía pasarse días enteros inventando las recetas más atrevidas.
¡El caso es que el perro de Carmelo era clavado a Leonora, y el de Leonora era exacto a Carmelo! Cansados de que la gente los despreciara, decidieron intercambiarse los perros y así parecer más normales. Pero justo cuando deberían encajar, más solos y diferentes se sentían…
Autor:Barbara Steinitz
Edad:De 5 a 8 años
Paginas 36